Web del Partido Comunista Revolucionario del Uruguay - Editorial
31 AÑOS LUCHANDO POR LA REVOLUCIÓN Y EL COMUNISMO

Editorial

 

 

El Plebiscito del 18 de Febrero

 

 

         A pesar de que, al escribir estas líneas, ya han pasado más de 2 meses del plebiscito, entendemos necesario reiterar nuestra opinión sobre algunas de las enseñanzas más importantes que nos ha dejado esta experiencia. En primer lugar, debemos señalar que, como lo hemos manifestado en números anteriores de nuestro periódico, esperábamos un resultado de este tipo, una derrota como la que se dio, ya que en estos últimos 2 años hubieron 4 elecciones y dos plebiscitos perdidos, donde se expresó claramente una correlación de fuerzas en el terreno electoral y en el “plebicitario”, y que tomar esta iniciativa, a poco tiempo de salir de las municipales, era elegir un camino de derrota. No queremos repetir aquí los argumentos que utilizamos en los últimos números, sino resaltar que somos partidarios de participar en las elecciones en ciertas condiciones, bajo el capitalismo y la democracia burguesa, pero sabiendo, como nos enseña el marxismo, que en estas elecciones se ha dado y se da, en casi todos los países, que los oprimidos terminan votando, en general, a los representantes de un sector de las clases dominantes.
         Desde esta óptica, la consigna “tu voto decide”, es lamentable, pues, los revolucionarios confiamos en que una revolución es el único medio para un cambio profundo en esta sociedad, y que a partir de las medidas que esta revolución toma: reparto de las tierras, expropiación de los medios de producción en manos del imperialismo y de la gran burguesía, trabajo para todos, salario digno, se conquistará, ahí sí, en un proceso, el apoyo de la mayoría de la población. Esto no significa que nosotros nos opongamos siempre a los plebiscitos y a elegir este camino semi-electoral, pero, luego de un periodo de tantas elecciones y plebiscitos, es claro que quienes optaron por este camino también optaron por no luchar a fondo, y en el momento oportuno, con los métodos proletarios clásicos, de la huelga y las movilizaciones callejeras de masas, buscando generalizar y ampliar la combatividad.
         Creemos que la clase obrera y el pueblo tienen que luchar fundamentalmente mientras se están gestando estas leyes privatizadoras, y esta lucha tiene que tener como centro los propios gremios involucrados, más allá de que luego se lleve adelante o no un plebiscito. Las últimas experiencias vienen demostrando que no se movilizan las masas por los métodos tradicionales y se plantean estos plebiscitos como la única salida, y al quedar trunca, genera prácticamente la muerte de la lucha por los objetivos concretos, ya que después de sufrir una derrota de ese tipo, es muy difícil, por ejemplo, que salgan a luchar CONAPRO-LE, SUTEL, o los sindicatos, cuando ya hubo “una manifestación clara de la ciudadanía”. O sea, la derrota en los plebiscitos termina avalando y fortaleciendo la política neoliberal de estos gobiernos. Sin duda, esto forma parte de los problemas que va a tener que enfrentar, lo más rápidamente posible, nuestra clase obrera, que es liberarse de esta dirección reformista predominante en el movimiento obrero, y el próximo Congreso del PIT-CNT tiene que ser escenario de una lucha seria y decidida, donde el clasismo, dentro de su lucha, reivindique poner el centro en las movilizaciones tradicionales, clasistas y combativas, y en la acción directa de las masas, de forma principal para obtener reivindicaciones y realizar a la vez verdaderas experiencias de lucha.

 

 

ADEOM

 

 

Nuestro Punto de Vista en el Conflicto

 

 

         En primer lugar queremos decir que estamos convencidos de que hay una campaña asquerosa de parte de las direcciones partidarias de la inmensa mayoría “reformista” del FA. Campaña con varios elementos reaccionarios, que ataca, en el plano de los derechos sindicales, el salario de los trabajadores y demás aspectos de las condiciones de trabajo. Se da en una situación de recesión, desde hace 3 años, en que la IMM aparece además con un déficit fiscal. Esto hace a la situación actual, pero también está relacionado con un posible futuro gobierno del FA.
         Esta campaña ha atacado a los trabajadores municipales pero, especialmente, se ha ensañado con los recolectores, que son uno de los sectores más de abajo dentro de los trabajadores municipales, que ganan menos y realizan uno de los trabajos más duros e insalubres.
         En segundo lugar queremos señalar que nuestro Partido, en estos últimos años, ha apoyado la lista 307 de ADEOM, desde su fundación, y lo seguimos haciendo, dado que esta agrupación -mayoría en la actual Dirección del sindicato- es un agrupamiento clasista firme, que ha intentado tener siempre en cuenta los problemas políticos que implica esta situación tan particular de una Intendencia frenteamplista. Esta agrupación ha tenido, en este último periodo, algunas escisiones que lamentamos, y también creemos que -y en esto somos autocríticos- se han cometido algunos errores de estilo. A nuestro entender (ya lo planteamos en el número anterior) consideramos que es muy importante poner el centro de la actividad sindical en la lucha de masas, donde participen los compañeros; medidas como los paros u otro tipo de manifestaciones, y poner menos énfasis en el debate entre la dirección sindical y el equipo de gobierno de la IMM, porque esto, de alguna forma, arriesga un aislamiento de la dirección de ADEOM, más allá de que, en lo fundamental, tenga razón.
         En la argumentación que utilizan los sectores reformistas, encontramos algunos aspectos que vamos a señalar especialmente. Se dice que los trabajadores de la IMM “no son explotados, porque no producen plusvalía” o “porque están en un servicio público y sus patrones son los vecinos”, o “porque ganan mucho”. Este argumento de que no son explotados porque no producen plusvalía ya lo escuchamos desde los primeros días de la primera intendencia frenteamplista, en boca de compañeros con cierta formación marxista. Ante esto debemos señalar que vivimos en un país oprimido, de capitalismo atrasado, o sea, una sociedad dividida en clases (esto no lo niegan ni los teóricos de la economía política burguesa). Como bien lo señala el informe del Instituto Cuesta Duarte del PIT-CNT, más del 70% de la Población Económicamente Activa (PEA) son asalariados. En esta sociedad las clases sociales se definen, según el marxismo, por su posición con respecto a los medios de producción. Los asalariados, por el solo hecho de serlo, son explotados, más allá de que produzcan plusvalía directamente o no, y del lugar concreto que ocupe su trabajo. Son, en esta sociedad, una clase oprimida y explotada por quienes tienen el poder económico, político y militar. El hecho de que el FA “gobierne” no implica un cambio en la estructura económica y social.
         Otro aspecto es el problema del Estado que, como siempre repetía Lenin, es un tema que aparece en todas las cuestiones que tengan que ver con la lucha de la clase obrera.
         Relacionado con el tema anterior, el del Plebiscito, cabe señalar el maltrato permanente que hay en el tema de las empresas públicas. El reformismo, además de alentar ilusiones en el poder de las firmas y el voto, confunde el verdadero carácter de estas empresas, que son empresas capitalistas, que explotan a sus trabajadores y al pueblo en general. Los reformistas aplauden las ganancias que estas empresas obtienen, por esa explotación. Son empresas que recaudan impuestos, que luego se vuelcan a Rentas Generales, con lo que los pobres terminan sosteniendo este Estado, que es la organización de las clases dominantes. Nos oponemos a toda privatización, pero no obstante es incorrecto embellecer estas empresas estatales. Muy por el contrario, habría que plantear la necesidad de cambios radicales en ellas.
         La IMM es también parte de este Estado (burgués-oligárquico pro-imperialista), cuya función principal es la represión a los explotados, pero que también se encarga de organizar reglamentar y ordenar los servicios que permitan la producción bajo este sistema de explotación. Debemos compararla con un capitalista colectivo. No podemos perder de vista esta cuestión. De alguna forma, no compartimos que se hable de la IMM como un patrón, pero en esencia es parte de ese patrón colectivo, y lo es más allá de la voluntad de quienes la gobiernen. Esta es una gran cuestión. El Estado es un conjunto de instituciones, con sus leyes, contralores, etc. Ya decía Marx que el proletariado no podía simplemente tomar la maquinaria estatal burguesa y ponerla a su servicio. Lo estamos comprobando y ésta es una experiencia avanzada para nuestro pueblo. Lógicamente que, además, este Frente Amplio, totalmente hegemonizado por el reformismo, no representa tampoco al proletariado y sus intereses.
         Vinculado al tema del Estado está el de la etiqueta de “gobierno popular”, “gobierno de izquierda”, que el reformismo utiliza permanentemente en este conflicto. O sea, mientras los reformistas parten de la definición: “este es un gobierno popular y los trabajadores deberían exigir menos, portarse bien”, nosotros, como nos enseña el marxismo-leninismo, entendemos que hay que buscar la verdad en los hechos, y ver cuan popular puede ser un gobierno municipal (en este caso) bajo este sistema capitalista, que es un régimen de explotación. Acá el reformismo intentó en la primer intendencia un plan masivo de viviendas populares y un nuevo Catastro para aplicar una política tributaria más justa, pero el Parlamento y demás instituciones controladas por una mayoría blanqui-colorada, se opusieron.
         Allí, en todo este proceso, las intenciones positivas que en su momento se tuvieron van quedando en el camino y junto a ellas incluso queda de lado la denuncia del reformismo sobre los límites que tiene este gobierno. Las instituciones y las leyes impiden estas iniciativas. No se denuncia y no se busca el apoyo de las masas. Incluso, se muestran cada vez más respetuosos de todas las normas que los organismos internacionales imponen para dar créditos, y al mismo tiempo recrudecen el ataque a los trabajadores.
         Cuando se estaba discutiendo el programa del FA, hasta su último Congreso, nosotros realizamos una intensa campaña propagandística planteando que sin salariazo no había gobierno popular. En ese Congreso, donde se define a grandes rasgos el Programa, una propuesta de salario mínimo de $3.000, surgida en minoría en una Comisión, fue rechazada por el 90% del Congreso. Gracias a ello, el reformismo se aseguró no tener una definición de un salario mínimo claramente expuesta, que significara un paso importante hacia un salario digno. Esto, más el abandono de la reforma agraria y el no pago de la deuda externa, etc., ya muestra -a quien quiera ver- hasta dónde podemos esperar, aunque sea la intención, de tomar medidas de gobierno realmente populares. Tiene que ver con la situación de ADEOM porque de un gobierno de una fuerza que no se atreve a definir un salario mínimo, es lógico esperar que vaya a oponerse a las reivindicaciones salariales justas que exige hoy ADEOM.
         En este terreno también hay que ver una cuestión que un gobierno realmente popular debería tener como principio, que es aumentar las fuentes de trabajo. Muy por el contrario, este gobierno del FA se jacta de haber disminuido en un 25% los puestos de trabajo (unos 3.000). Esto no es totalmente cierto porque muchos de esos puestos existen, no como funcionarios directos de la IMM, pero sí como funcionarios de las empresas tercerizadoras u ONGs. Aquí salta otra de las mentiras sobre las mejoras salariales, ya que estos trabajadores a veces ganan mil pesos, en limpieza, etc., que es lo que le pagan las tercerizadoras. Se ha sustituido al trabajador municipal, con un salario más digno, por un trabajador que recibe un salario miserable y con muy pocos derechos. Acá habría que plantearse uno de los graves errores cometidos en el último convenio, donde no hubo cláusulas garantizando que no se perdieran puestos de trabajo.
         Por último, otro aspecto que nos parece importante señalar es qué papel le asignamos a los trabajadores en el proceso de liberación nacional y el socialismo, y por lo tanto qué papel le asignamos a su experiencia de lucha, a su organización sindical. Nosotros entendemos que la clase obrera es la clase de vanguardia en este proceso. Esto tiene que ver con la experiencia histórica, que lo ha demostrado, ya que ha encabezado los procesos de cambio revolucionario de este siglo, que pudieron mantenerse durante décadas en países con cientos de millones de personas. En este sentido, para nosotros, los trabajadores de la IMM son un destacamento de la clase obrera uruguaya y nosotros, como Partido revolucionario, entendemos que tenemos que llevar sus experiencias de lucha al mayor nivel posible, y a la vez consideramos que esta es una experiencia muy importante para el conjunto de la clase obrera uruguaya, pues esta experiencia de Montevideo se puede dar mañana en otro Departamento, e incluso a nivel nacional si el FA gana las elecciones.
         Los partidos marxistas-leninistas siempre se preocuparon por que, bajo el socialismo, en la dictadura del proletariado, los obreros siempre tuvieran la herramienta sindical para luchar por sus reivindicaciones, dado que el socialismo implica una alianza de clases entre el proletariado y el campesinado pobre, y dado también el problema de la burocracia estatal. El tema de la independencia de los sindicatos en un país como el nuestro es aun más entendible y necesario. Nosotros nos preguntamos: si los trabajadores municipales de Montevideo “ganan mucho, trabajan poco”, etc.: ¿qué opinará el FA, si llega al gobierno, de los trabajadores de las empresas públicas, los trabajadores de la banca oficial y privada o de los trabajadores de CONAPROLE que, en general, cobran más que los municipales?
         Este conflicto entre la IMM y sus trabajadores expresa una lucha hoy y una lucha a futuro, sobre cuál será la actitud del frente en caso de ser gobierno, y cuál será la de la clase obrera organizada y su lucha.

 

 

 

Nota Editorial

 

Ni ALCA ni MerCoSur

 

         El debate sobre el MerCoSur lleva ya unos cuantos años, y además tenemos ya una importante experiencia de lo que es un proceso de “integración” en las actuales condiciones. Entendíamos que el MerCoSur era algo más que “un trago amargo”, como decía Astori, algo que iba a pasar y dejar buenos frutos. Hemos comprobado que el MerCoSur generó gran parte de la desocupación que hoy tiene nuestro país, ya que, en realidad, estos procesos de “integración” son verdaderos reajustes de la división capitalista internacional del trabajo. Integran la producción y el comercio de los grandes monopolios imperialistas que operan en la región y, lejos de integrar a los pueblos, incrementan la explotación, la desocupación, etc.
         Ni que hablar que una integración en el ALCA -o sea, con EEUU- generaría un mayor avasallamiento de las empresas estatales y las empresas privadas no monopólicas que aun sobreviven en nuestro país.
         En síntesis, nos oponemos al ALCA y también al MerCoSur. Este último ha favorecido más las relaciones económicas con Europa y sus monopolios imperialistas que operan en la región, pero no creemos que se trate de elegir entre ambas “integraciones”, como plantean algunos compañeros. Creemos que es preferible la independencia nacional y tener una política de defensa de la producción y el trabajo nacionales, y desde allí ver qué tipo de acuerdos económicos y comerciales se pueden lograr con países en situación similar. Entendemos que sí es posible integrarnos, en un proceso de liberación, con los pueblos hermanos de nuestra América.

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