Editorial
El
Plebiscito del 18 de Febrero
A pesar de que, al escribir estas líneas, ya han pasado más
de 2 meses del plebiscito, entendemos necesario reiterar nuestra opinión
sobre algunas de las enseñanzas más importantes que nos
ha dejado esta experiencia. En primer lugar, debemos señalar
que, como lo hemos manifestado en números anteriores de nuestro
periódico, esperábamos un resultado de este tipo, una
derrota como la que se dio, ya que en estos últimos 2 años
hubieron 4 elecciones y dos plebiscitos perdidos, donde se expresó
claramente una correlación de fuerzas en el terreno electoral
y en el plebicitario, y que tomar esta iniciativa, a poco
tiempo de salir de las municipales, era elegir un camino de derrota.
No queremos repetir aquí los argumentos que utilizamos en los
últimos números, sino resaltar que somos partidarios de
participar en las elecciones en ciertas condiciones, bajo el capitalismo
y la democracia burguesa, pero sabiendo, como nos enseña el marxismo,
que en estas elecciones se ha dado y se da, en casi todos los países,
que los oprimidos terminan votando, en general, a los representantes
de un sector de las clases dominantes.
Desde esta óptica,
la consigna tu voto decide, es lamentable, pues, los revolucionarios
confiamos en que una revolución es el único medio para
un cambio profundo en esta sociedad, y que a partir de las medidas que
esta revolución toma: reparto de las tierras, expropiación
de los medios de producción en manos del imperialismo y de la
gran burguesía, trabajo para todos, salario digno, se conquistará,
ahí sí, en un proceso, el apoyo de la mayoría de
la población. Esto no significa que nosotros nos opongamos siempre
a los plebiscitos y a elegir este camino semi-electoral, pero, luego
de un periodo de tantas elecciones y plebiscitos, es claro que quienes
optaron por este camino también optaron por no luchar a fondo,
y en el momento oportuno, con los métodos proletarios clásicos,
de la huelga y las movilizaciones callejeras de masas, buscando generalizar
y ampliar la combatividad.
Creemos que la clase
obrera y el pueblo tienen que luchar fundamentalmente mientras se están
gestando estas leyes privatizadoras, y esta lucha tiene que tener como
centro los propios gremios involucrados, más allá de que
luego se lleve adelante o no un plebiscito. Las últimas experiencias
vienen demostrando que no se movilizan las masas por los métodos
tradicionales y se plantean estos plebiscitos como la única salida,
y al quedar trunca, genera prácticamente la muerte de la lucha
por los objetivos concretos, ya que después de sufrir una derrota
de ese tipo, es muy difícil, por ejemplo, que salgan a luchar
CONAPRO-LE, SUTEL, o los sindicatos, cuando ya hubo una manifestación
clara de la ciudadanía. O sea, la derrota en los plebiscitos
termina avalando y fortaleciendo la política neoliberal de estos
gobiernos. Sin duda, esto forma parte de los problemas que va a tener
que enfrentar, lo más rápidamente posible, nuestra clase
obrera, que es liberarse de esta dirección reformista predominante
en el movimiento obrero, y el próximo Congreso del PIT-CNT tiene
que ser escenario de una lucha seria y decidida, donde el clasismo,
dentro de su lucha, reivindique poner el centro en las movilizaciones
tradicionales, clasistas y combativas, y en la acción directa
de las masas, de forma principal para obtener reivindicaciones y realizar
a la vez verdaderas experiencias de lucha.
ADEOM
Nuestro
Punto de Vista en el Conflicto
En primer lugar queremos decir que estamos convencidos de que hay una
campaña asquerosa de parte de las direcciones partidarias de
la inmensa mayoría reformista del FA. Campaña
con varios elementos reaccionarios, que ataca, en el plano de los derechos
sindicales, el salario de los trabajadores y demás aspectos de
las condiciones de trabajo. Se da en una situación de recesión,
desde hace 3 años, en que la IMM aparece además con un
déficit fiscal. Esto hace a la situación actual, pero
también está relacionado con un posible futuro gobierno
del FA.
Esta campaña
ha atacado a los trabajadores municipales pero, especialmente, se ha
ensañado con los recolectores, que son uno de los sectores más
de abajo dentro de los trabajadores municipales, que ganan menos y realizan
uno de los trabajos más duros e insalubres.
En segundo lugar queremos
señalar que nuestro Partido, en estos últimos años,
ha apoyado la lista 307 de ADEOM, desde su fundación, y lo seguimos
haciendo, dado que esta agrupación -mayoría en la actual
Dirección del sindicato- es un agrupamiento clasista firme, que
ha intentado tener siempre en cuenta los problemas políticos
que implica esta situación tan particular de una Intendencia
frenteamplista. Esta agrupación ha tenido, en este último
periodo, algunas escisiones que lamentamos, y también creemos
que -y en esto somos autocríticos- se han cometido algunos errores
de estilo. A nuestro entender (ya lo planteamos en el número
anterior) consideramos que es muy importante poner el centro de la actividad
sindical en la lucha de masas, donde participen los compañeros;
medidas como los paros u otro tipo de manifestaciones, y poner menos
énfasis en el debate entre la dirección sindical y el
equipo de gobierno de la IMM, porque esto, de alguna forma, arriesga
un aislamiento de la dirección de ADEOM, más allá
de que, en lo fundamental, tenga razón.
En la argumentación
que utilizan los sectores reformistas, encontramos algunos aspectos
que vamos a señalar especialmente. Se dice que los trabajadores
de la IMM no son explotados, porque no producen plusvalía
o porque están en un servicio público y sus patrones
son los vecinos, o porque ganan mucho. Este argumento
de que no son explotados porque no producen plusvalía ya lo escuchamos
desde los primeros días de la primera intendencia frenteamplista,
en boca de compañeros con cierta formación marxista. Ante
esto debemos señalar que vivimos en un país oprimido,
de capitalismo atrasado, o sea, una sociedad dividida en clases (esto
no lo niegan ni los teóricos de la economía política
burguesa). Como bien lo señala el informe del Instituto Cuesta
Duarte del PIT-CNT, más del 70% de la Población Económicamente
Activa (PEA) son asalariados. En esta sociedad las clases sociales se
definen, según el marxismo, por su posición con respecto
a los medios de producción. Los asalariados, por el solo hecho
de serlo, son explotados, más allá de que produzcan plusvalía
directamente o no, y del lugar concreto que ocupe su trabajo. Son, en
esta sociedad, una clase oprimida y explotada por quienes tienen el
poder económico, político y militar. El hecho de que el
FA gobierne no implica un cambio en la estructura económica
y social.
Otro aspecto es el
problema del Estado que, como siempre repetía Lenin, es un tema
que aparece en todas las cuestiones que tengan que ver con la lucha
de la clase obrera.
Relacionado con el
tema anterior, el del Plebiscito, cabe señalar el maltrato permanente
que hay en el tema de las empresas públicas. El reformismo, además
de alentar ilusiones en el poder de las firmas y el voto, confunde el
verdadero carácter de estas empresas, que son empresas capitalistas,
que explotan a sus trabajadores y al pueblo en general. Los reformistas
aplauden las ganancias que estas empresas obtienen, por esa explotación.
Son empresas que recaudan impuestos, que luego se vuelcan a Rentas Generales,
con lo que los pobres terminan sosteniendo este Estado, que es la organización
de las clases dominantes. Nos oponemos a toda privatización,
pero no obstante es incorrecto embellecer estas empresas estatales.
Muy por el contrario, habría que plantear la necesidad de cambios
radicales en ellas.
La IMM es también
parte de este Estado (burgués-oligárquico pro-imperialista),
cuya función principal es la represión a los explotados,
pero que también se encarga de organizar reglamentar y ordenar
los servicios que permitan la producción bajo este sistema de
explotación. Debemos compararla con un capitalista colectivo.
No podemos perder de vista esta cuestión. De alguna forma, no
compartimos que se hable de la IMM como un patrón, pero en esencia
es parte de ese patrón colectivo, y lo es más allá
de la voluntad de quienes la gobiernen. Esta es una gran cuestión.
El Estado es un conjunto de instituciones, con sus leyes, contralores,
etc. Ya decía Marx que el proletariado no podía simplemente
tomar la maquinaria estatal burguesa y ponerla a su servicio. Lo estamos
comprobando y ésta es una experiencia avanzada para nuestro pueblo.
Lógicamente que, además, este Frente Amplio, totalmente
hegemonizado por el reformismo, no representa tampoco al proletariado
y sus intereses.
Vinculado al tema del
Estado está el de la etiqueta de gobierno popular,
gobierno de izquierda, que el reformismo utiliza permanentemente
en este conflicto. O sea, mientras los reformistas parten de la definición:
este es un gobierno popular y los trabajadores deberían
exigir menos, portarse bien, nosotros, como nos enseña
el marxismo-leninismo, entendemos que hay que buscar la verdad en los
hechos, y ver cuan popular puede ser un gobierno municipal (en este
caso) bajo este sistema capitalista, que es un régimen de explotación.
Acá el reformismo intentó en la primer intendencia un
plan masivo de viviendas populares y un nuevo Catastro para aplicar
una política tributaria más justa, pero el Parlamento
y demás instituciones controladas por una mayoría blanqui-colorada,
se opusieron.
Allí, en todo
este proceso, las intenciones positivas que en su momento se tuvieron
van quedando en el camino y junto a ellas incluso queda de lado la denuncia
del reformismo sobre los límites que tiene este gobierno. Las
instituciones y las leyes impiden estas iniciativas. No se denuncia
y no se busca el apoyo de las masas. Incluso, se muestran cada vez más
respetuosos de todas las normas que los organismos internacionales imponen
para dar créditos, y al mismo tiempo recrudecen el ataque a los
trabajadores.
Cuando se estaba discutiendo
el programa del FA, hasta su último Congreso, nosotros realizamos
una intensa campaña propagandística planteando que sin
salariazo no había gobierno popular. En ese Congreso, donde se
define a grandes rasgos el Programa, una propuesta de salario mínimo
de $3.000, surgida en minoría en una Comisión, fue rechazada
por el 90% del Congreso. Gracias a ello, el reformismo se aseguró
no tener una definición de un salario mínimo claramente
expuesta, que significara un paso importante hacia un salario digno.
Esto, más el abandono de la reforma agraria y el no pago de la
deuda externa, etc., ya muestra -a quien quiera ver- hasta dónde
podemos esperar, aunque sea la intención, de tomar medidas de
gobierno realmente populares. Tiene que ver con la situación
de ADEOM porque de un gobierno de una fuerza que no se atreve a definir
un salario mínimo, es lógico esperar que vaya a oponerse
a las reivindicaciones salariales justas que exige hoy ADEOM.
En este terreno también
hay que ver una cuestión que un gobierno realmente popular debería
tener como principio, que es aumentar las fuentes de trabajo. Muy por
el contrario, este gobierno del FA se jacta de haber disminuido en un
25% los puestos de trabajo (unos 3.000). Esto no es totalmente cierto
porque muchos de esos puestos existen, no como funcionarios directos
de la IMM, pero sí como funcionarios de las empresas tercerizadoras
u ONGs. Aquí salta otra de las mentiras sobre las mejoras salariales,
ya que estos trabajadores a veces ganan mil pesos, en limpieza, etc.,
que es lo que le pagan las tercerizadoras. Se ha sustituido al trabajador
municipal, con un salario más digno, por un trabajador que recibe
un salario miserable y con muy pocos derechos. Acá habría
que plantearse uno de los graves errores cometidos en el último
convenio, donde no hubo cláusulas garantizando que no se perdieran
puestos de trabajo.
Por último,
otro aspecto que nos parece importante señalar es qué
papel le asignamos a los trabajadores en el proceso de liberación
nacional y el socialismo, y por lo tanto qué papel le asignamos
a su experiencia de lucha, a su organización sindical. Nosotros
entendemos que la clase obrera es la clase de vanguardia en este proceso.
Esto tiene que ver con la experiencia histórica, que lo ha demostrado,
ya que ha encabezado los procesos de cambio revolucionario de este siglo,
que pudieron mantenerse durante décadas en países con
cientos de millones de personas. En este sentido, para nosotros, los
trabajadores de la IMM son un destacamento de la clase obrera uruguaya
y nosotros, como Partido revolucionario, entendemos que tenemos que
llevar sus experiencias de lucha al mayor nivel posible, y a la vez
consideramos que esta es una experiencia muy importante para el conjunto
de la clase obrera uruguaya, pues esta experiencia de Montevideo se
puede dar mañana en otro Departamento, e incluso a nivel nacional
si el FA gana las elecciones.
Los partidos marxistas-leninistas
siempre se preocuparon por que, bajo el socialismo, en la dictadura
del proletariado, los obreros siempre tuvieran la herramienta sindical
para luchar por sus reivindicaciones, dado que el socialismo implica
una alianza de clases entre el proletariado y el campesinado pobre,
y dado también el problema de la burocracia estatal. El tema
de la independencia de los sindicatos en un país como el nuestro
es aun más entendible y necesario. Nosotros nos preguntamos:
si los trabajadores municipales de Montevideo ganan mucho, trabajan
poco, etc.: ¿qué opinará el FA, si llega
al gobierno, de los trabajadores de las empresas públicas, los
trabajadores de la banca oficial y privada o de los trabajadores de
CONAPROLE que, en general, cobran más que los municipales?
Este conflicto entre
la IMM y sus trabajadores expresa una lucha hoy y una lucha a futuro,
sobre cuál será la actitud del frente en caso de ser gobierno,
y cuál será la de la clase obrera organizada y su lucha.
Nota
Editorial
Ni
ALCA ni MerCoSur
El debate sobre el MerCoSur lleva ya unos cuantos años, y además
tenemos ya una importante experiencia de lo que es un proceso de integración
en las actuales condiciones. Entendíamos que el MerCoSur era
algo más que un trago amargo, como decía Astori,
algo que iba a pasar y dejar buenos frutos. Hemos comprobado que el
MerCoSur generó gran parte de la desocupación que hoy
tiene nuestro país, ya que, en realidad, estos procesos de integración
son verdaderos reajustes de la división capitalista internacional
del trabajo. Integran la producción y el comercio de los grandes
monopolios imperialistas que operan en la región y, lejos de
integrar a los pueblos, incrementan la explotación, la desocupación,
etc.
Ni que hablar que una
integración en el ALCA -o sea, con EEUU- generaría un
mayor avasallamiento de las empresas estatales y las empresas privadas
no monopólicas que aun sobreviven en nuestro país.
En síntesis,
nos oponemos al ALCA y también al MerCoSur. Este último
ha favorecido más las relaciones económicas con Europa
y sus monopolios imperialistas que operan en la región, pero
no creemos que se trate de elegir entre ambas integraciones,
como plantean algunos compañeros. Creemos que es preferible la
independencia nacional y tener una política de defensa de la
producción y el trabajo nacionales, y desde allí ver qué
tipo de acuerdos económicos y comerciales se pueden lograr con
países en situación similar. Entendemos que sí
es posible integrarnos, en un proceso de liberación, con los
pueblos hermanos de nuestra América.